viernes, 22 de marzo de 2019

EN EL NOMBRE DE DIOS


Con voz firme y rotunda comenzó la esperada lectura.

En el nombre de Dios. Yo Don Alfonso, rey de León y Galicia, al celebrar las Cortes en León junto con el arzobispo, los obispos, los magnates de mi reino y los ciudadanos elegidos por cada ciudad, decreto y aseguro, mediante juramento, que conservaré para todos los clérigos y laicos de mi reino las buenas costumbres establecidas por mis predecesores.

Las primeras palabras de los Decreta,  retumbaron como relámpagos sobresaltando a los asistentes que permanecían expectantes esperando conocer el contenido de aquellas nuevas normas. Para ello habían sido convocados. Por fin conocerían los nuevos usos y costumbres   que , decían,  iban a ser promulgados en beneficio del pueblo. 

Era un soleado y primaveral día de marzo de 1188  y un cielo azul se cernía esperanzado sobre el Claustro de la Real Colegiata de San Isidoro. El  monarca leonés Alfonso IX, cumpliendo un sueño,  estaba a punto de hacer historia al convertir el Reino de León en la cuna del parlamentarismo europeo. 

Esta semana se ha rememorado el acontecimiento en el Congreso de los Diputados. 
La Carrera de San Jerónimo se ha teñido de los variados colores exhibidos en los pendones.
Nuestro himno ha sonado con brío perfumando de aromas  leoneses los aires castizos de Madrid. El viejo Reino de León exhibió orgulloso su hermoso pelaje arcano.

Se ha saldado así una deuda, el reconocimiento de un mérito. En León se celebraron las primeras cortes de Europa. Un hecho que no debería pasar desapercibido y que en mi opinión no ha recibido por parte de los medios y las instituciones educativas toda la atención que se merece. Fue la primera vez que se contó con el pueblo llano. El nacimiento normativo  de la democracia, una vuelta de tuerca a favor de la humanización del derecho.  Una apuesta arriesgada por parte del rey Alfonso IX, último rey del Reino de León como Reino independiente. Sería su hijo Fernando  lll el Santo el monarca bajo cuyo dominio se unirían los Reinos de Leóny Castilla. 

Y todo aquello nació al amparo de San Isidoro.  Lugar muy querido,  centro neurálgico de la espiritualidad de nuestra ciudad. Ese lugar donde cada día se desgranan cientos y cientos de oraciones de labios de autóctonos , turistas y peregrinos mientras un Santísimo permanentemente expuesto nos eleva en el misterio de su divinidad.

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