sábado, 17 de septiembre de 2016

SEMIDIOSA


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     Subió a las montañas del Nepal a disfrutar de un paisaje único y bajó convertida en semidiosa.
    Sus manos irradiaban fuego y la mente se le quedó retenida vagando por mundos desconocidos.
    Se encapsularon sus miedos y la vida emergió por sus poros recordándola que aún seguía viva
     Se miró en el espejo del baño, las arrugas clamaban por salir pero una vez más consiguió camuflarlas con aquella increíble adquisición de Yves Saint Laurent que obraba milagros. Y entonces se fijó en sus profundos ojos azules discretos en el centro de una cara poco agraciada, pero ilesos después de tantas batallas. A él siempre le habían gustado...hasta que aquella mujer que se lo arrebató se cruzó por medio. Ya lo decía D. Adrián, el cura de su pueblo: los hombres siempre tienen en la cabeza dos mujeres, bueno, una siempre está en la cabeza. La otra anida en otro sitio. 
     Pero en esta ocasión era una claramente la que había vencido.
    Sentirse abandonada la sumió en una sensación de orfandad que le parecía imposible superar. No porque hubiera estado especialmente enamorada, pero a veces el apego es un sentimiento muy superior al mero enamoramiento. ¡Cuánto dolor guardaba su almohada!¡Cuántos noches de insomnio sintiendo consumirse el alma por la soledad!
     Se sentía viva. Y eso era lo importante.
   Remarcó la raya negra de sus ojos celestes prometiéndose que lucharía para que no volvieran a ser vencidos por las lágrimas.
   Las semidiosas no lloran...o al menos eso pensamos el común de los mortales 

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