sábado, 8 de septiembre de 2018

CLARA TONGO



  Pepita se esmeró concienzudamente en apurar palabras obviando detalles, zurciendo anécdotas, acortando conversaciones.
  Las bases del concurso lo decían claramente: Microrrelato de tema libre entre 200 y 250 palabras. Mordió el bolígrafo con fuerza haciendo peligrar una vez más el maltrecho esmalte de sus incisivos.
Y al final lo cuadró pensando que había llevado a cabo heroica gesta. 
Primorosamente arropadito lo introdujo en un sobre blanco y rauda y veloz lo llevó al Ayuntamiento, entidad convocante de tal evento literario.
Y el tiempo pasó con la rapidez de las tardes lánguidas de siestas de verano.
El fallo era en aquel solariego edificio sede del poder municipal. Un único ganador o ganadora.
Apenas una docena de personas esperaban el veredicto. Había pocos presentados.
Y fueron la despistada Alcaldesa acompañada de una ligeramente  longeva  concejala de cultura, las que anunciaron el texto ganador.
  And “the winner is....Volver  al Sindueño”
   El arcano escritor que se había alzado con el premio, tras recoger el trofeo consistente en una bolsa de embutidos de la zona, comenzó a leer su relato sobre la vida de un río de montaña que nacía en una Peña, atravesaba pueblos y valles, alegraba los días de gentes de diversa índole, ofrecía diversión a pescadores y gozo a los bañistas.  Y el relato no acababa, ebrio de monemas, lexemas, morfemas, palabras, sintagmas mientras Pepita ojiplática, patidifusa y cariacontecida se preguntaba dónde había quedado la palabra 250 del microcuento que crecía por momentos”
Cierta quemazón que destilaba el sentimiento de venganza que la embargaba se adueñaba de su habitual buen humor por momentos.
Y fue entonces cuando se acordó de la Santa Inquisición, los índices de libros prohibidos, el garrote vil y demás formas de represión , escarnio y ejecuciones sumarias  que su exacerbada imaginación tuvieron a bien servirle.
Y aquello no terminaba. El río Sindueño parecía talmente aprendiz del Amazonas.
Pero el novelón aspirante a microtexto finó.
La alcaldesa,  en deferencia a los escritores asistentes, les ofreció la posibilidad de leer las creaciones literarias presentadas a concurso.
Pepita, vanidosilla solicitó, la gentileza.
Y la Concejala, atenta y educadamente, le preguntó el seudónimo.
 Soy Pepita Longo pero mi seudónimo es  Clara Tongo. 
Fue entonces cuando la política tomó el sobre y ante la desolada mirada de la señorita Tongo procedió a rasgar el sobre para descubrir su contenido virgen y mártir.

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