domingo, 8 de abril de 2018

UNAS RAZONES MUY BRILLANTES








Es una de las cuestiones que más me ocupan y preocupan en el Aula.
Que se escuchen y respeten.
Que interactuen y reflexionen juntos. Es la mejor manera de aprender y el motivo de más peso para justificar el aprendizaje con otros.
Asumo cierto nivel de ruido y en ocasiones reconozco tener la sensación de cierta pérdida de control. Pero en seguida me sobrepongo cuando constato que es efectivo y promueve el aprendizaje.
Escuchándose aprenden a conocerse, sobrellevarse y soportarse. Aunque puedan surgir daños colaterales como ciertos roces y discusiones al final aprenden a convivir que es en definitiva lo que en realidad importa.
Últimamente ando empeñada en que aprendan a hablar con corrección.
Y el visionario de esta película titulada una razón muy brillante me ha hecho pensar en que no ando desencaminada.
Es hermoso, seductor y productivo dominar el arte de la palabra. Y este, en su versión pública se denomina Oratoria. 
Creo que secundaria y bachillerato son buenos contextos para iniciarse. Alguno porque irán a la universidad, otros elegirán distintos caminos de desarrollo personal, pero todos al final tendrán que venderse de una forma u otra. De cómo dominen el arte de convencer dependerá el éxito en sus empresas.
La película, para los que se hayan quedado con ganas de verla narra la historia  de una joven estudiante de la facultad de Derecho de una Universidad de París que  tiene un enfrentamiento en su primer día de clase con un rancio y cínico profesor de Derecho romano. Para restituitr su imagen, el rector le obliga a  Pierre a preparar a la joven alumna Neila Salah para un concurso de oratoria a nivel nacional. Los dos tendrán que superar sus prejuicios al estar obligados a trabajar juntos. Pierre, al tener que preparar a una desaliñada alumna de religión musulmana y Neila al tener que empatizar inevitablemente con un flemático, clasista y chauvinista docente. 
Tengo un par de alumnos en secundaria que disfrutan hablando de política. Me encanta recorrer los pasillos con ellos una vez terminada la clase. A menudo acceden a acompañarme a la sala de profesores para ayudarme con todos los bártulos. Son distintos, cada uno de un pensamiento político, ambos opuestos, amigos pero oponentes, discuten, argumentan de manera brillante y a veces un tanto ingenua fruto de su juventud de Segundo de ESO.
Disfruto escuchándoles.
Y sueño con verles algún día sentados en el hemiciclo, butaca roja, o quien sabe, tal vez azul.




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