sábado, 5 de agosto de 2017

ADIOS, PAZ Y BIEN


Al caer de la tarde, en el silencio del camarín de la Virgen, solo se escuchaba tímidamente la respiración pausada de un fraile que intentaba concentrarse en la oración vespertina.

Paz y bien Señor. Paz y bien. Últimamente ni esas palabras logran apaciguar mi espíritu, padre Francisco. Poco me debes querer.  De un tiempo para acá  no me mandas ayuda de lo alto para librarme de las tentaciones mundanas. Entre la niña esa de fuego que pasea sus ojos verdes a diario por el claustro reclamando  y el genovés tengo la cabeza en mil sitios menos en los rezos.





El franciscano pugnaba por cortar  volar los devaneos de su alocada imaginación mientras a duras penas desgranaba las cuentas de un enorme rosario de madera que colgaba de su cordón de esparto. En vano comenzaba inútilmente cada nuevo Ave María. Cuando llegaba al fruto de tu vientre su mente ya se había enrolado en alta mar a bordo de una impresionante carabela.

Ay Virgen de los milagros. Me tienes que perdonar pero es que es imposible concentrarse. Con estos calores estivales y la emoción del viaje. Ya mañana, 3 de agosto, partimos definitivamente.  Fray Juan parece otro desde que Colón llamó a la puerta. Y cómo venía el pobre almirante, famélico y derrotado  envuelto en aquella rasposa raída. De todos los marineros que por aquí transitan nunca vi uno igual. Su empeño por esa empresa de encontrar nueva ruta a las Indias nos ha envuelto a todos. Suerte tuvo el genovés de topar con Fray Juan otrora confesor de la soberana Isabel. 

Parece que yo iré en la Santa María. Con el almirante. No se quien me mandó ponerme a estudiar lenguas que nadie habla. Mira ahora, embarcado en una empresa de rumbo incierto y desconocido. Yo no sé qué idiomas hablarán las gentes con las que nos topemos. Eso si salimos airosos de semejante lance. ¿Qué nuevas rutas vamos a descubrir una pobre pandilla de necios si ni tan siquiera hemos descubierto los recodos de nuestra alma?

Ay Madre del Cielo. Líbrame de los temores. Líbrame de mí mismo. Y no permitas que nada malo suceda. Mañana partimos Madre. A bordo de tres naos . La mía lleva tu nombre. Adios muros de mi Rábida. Adiós Palos. Adiós luz de Huelva.


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