Niña gitana chula que llegaste al amanecer de este sitio con ojos de luna recién estrenada. Mirar de niña y sonrisa inocente, de las que embruja a los duendes que se esconden en las chimeneas.
Tu carta a los Reyes Magos olía a canela y a hierbabuena, a aceituna verde, a capullo de rosa temprana. Los días transcurrieron y el pupitre fue el mismo, los compañeros otros, y tras los días, manos de hombre en tu cintura, garras de doble filo entre tus piernas de ébano desenfocado y un montón de billetes prostituyen tus pupilas, regalos de veneno verde que te colman de penas negras.
Niños de otros, lavadoras incesantes que tendías al viento. Y fogones con ollas bien abastecidas de carrilleras hasta los bordes, llenas de mordiscos y sal de la que no baila.
Y en el parque paseas con tu hermanito de la mano, soñando que una criatura sujeta la mano de otra, la tuya, criatura nacida de vientre virgen…que así debías de quererte antaño, hasta que vinieron con sus ideas preconcebidas a robarte la Libertad.
Y llegó el momento de escribir otra carta a los Reyes Magos. Luna blanca. ¿Qué quieres que les pidamos?
Y tú suspiras entre miradas bajas envueltas en niebla: “Queridos Reyes magos, quiero que me dejéis en paz”
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