martes, 8 de febrero de 2022

ODA A LAS PALABRAS MUERTAS



Cada vez que mando audios  siento como si me tirara sin red imaginando que alguien reproducirá las palabras que me brotan de lo más hondo del corazón al ritmo desatado y absurdo de una inexpresiva muñeca de hojalata.

Tanto mimarlas para que luego las escupa un cacharro digital con la indecencia y el escándalo de la prisa demoledora. Aceleradas, convulsas, manoseadas, precipitadas por una velocidad que otros decidieron darle a mis palabras. No yo. Yo las parí lentas, tiernas, meditadas.

Pobres palabras que tanto costó preñar para que acaben vomitadas de esa manera tan indigna.

Aún así continuo exponiéndolas a la intemperie de la crudeza, a la vulnerabilidad de lo efímero. A la inconsistencia. 

Al vacío absoluto más propio de lo inexistente. Muerte a mis palabras. Ese es el texto de la sentencia de la indiferencia. Muerte.




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