viernes, 16 de febrero de 2018

TODO PARA LOS NIÑOS



Cuando el ascensor paró en aquel lúgubre vestíbulo me lamenté de que en semejante túnel hubiesen decidido albergar a los más pequeños. Se supone que los niños deben estar en otro ambiente y aquel sitio era desolador. Pero la sonrisa de una pediatra adorable me sacó de dudas.
.- ¡Si! ¡Estás en el sitio correcto! Entra y verás.
Tras abrir la puerta me vi inundada por una explosión de luz y color. Por doquier muñecas sonrientes y paredes arco-iris anunciaban que los ocupantes de aquellas habitaciones eran merecedores de tal despliegue.
Nuestra vecina de habitación era una adorable muñequita de tan solo 2 años. Vivaracha e iniquieta  revoloteaba en derredor con la ligereza de una gacetilla que acababa de descubrir la vida. Su madre, ojerosa y alicaída nos contó el motivo de su estancia.
.- Su padre y yo estamos separados. Cada vez que me la devuelve en el punto de encuentro aparece una cosa nueva. Un día un ojo morado, otro un rasguño. A veces está como ida y se pasa la tarde durmiendo. Mi reacción es siempre la misma: denuncia, denuncia y dar guerra. Pero la cosa sigue igual. Cada vez que la dejo en sus manos imagínate el calvario.
La burocracia, la administración, es tan lenta...
Tras contarme su historia miré a la niña de nuevo y tuve que girar la cabeza topándome con todos aquellos muñecos, dibujos y trazos multicolores en aquellas paredes que parecían danzar al ritmo frenético de una danza imposible.
Mientras su mamá hablaba la chiquitina insistía en mirarme con unos enormes, vivarachos y expresivos ojos pardos.

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