sábado, 6 de julio de 2019

DE PADRES E HIJOS


Ahora que ya andamos de vacaciones y tenemos a los peques más pegados a nuestros regazos parece que aún nos hieren más las historias de abandonos y desprecios infantiles. Se hace triste pensar en esos pequeños abandonados en el Hospicio de San Cayetano a cuyos padres no les quedó otra que confiar en los custodios de tal institución. Ahora, gracias al trabajo de investigación de Casimiro Bodelón, conocemos algunos entresijos del día al día de los huérfanos que por allí pasaron. Detalles como  que de siete a siete y media en invierno, y de seis y media a siete en verano han de hacer las camas todos, niños y niñas, limpiar los vasos inmundos —cada niño tenía debajo de su cama un bacín para sus respectivas necesidades— y barrer sus respectivos dormitorios, los niños el suyo y las niñas el suyo y esto todos los días sin intermisión». 

Pero no hay que remontarse a esta normativa del siglo XVI para buscar historias de desprotección y desamparo.

Esta misma semana conocíamos la triste noticia de Inés, una niña de once años que tarda un poco más de lo habitual en procesar la información que recibe. Pues bien, la peque  hizo las maletas para disfrutar de un campamento de verano en Aldeaduero (Salamanca), pero  al segundo día de haberlas deshecho, hubo de rehacerlas para regresar a su casa  tras las quejas de familias de las dos compañeras con las que compartía habitación porque «no querían que estuviesen con una menor con discapacidad». Según estas modélicas mamis  «sus sufridores retoños  están en un colegio de integración por lo que  durante todo el año tienen que convivir con niños de necesidades especiales y que cuando llega el verano se merecen disfrutar del campamento sin tener que estar con estos niños». Entristece esta actitud de rechazo de la que se nutren los hijos que aprenden de sus padres por ósmosis. Si el hijo se cría en un entorno de intolerancia se comportará de esa manera frente al resto de sus congéneres. La educación emocional es un aspecto más y además de carácter vital en la crianza de los hijos. Solo si les educamos en la compasión, la convivencia y la empatía podremos asegurarnos que se comporten así con sus amigos, compañeros de trabajo, e incluso, con nosotros mismos. Cosa que no solo agradeceremos hoy, sino especialmente el día de mañana.

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