viernes, 6 de julio de 2018

EL GLOBO ROJO



Pascal es un niño que de camino a la escuela descubre a un globo rojo atado en lo alto de una farola. Raudo trepa a rescatarle. El pequeño juguete aerostático se convierte desde este momento en su compañero de camino. El globito tiene vida propia: juguetea con el niño, le impulsa a ser atrevido y a socializar ejerciendo cierta fascinación en el infante. Pero al mismo tiempo genera en los demás incomprensiones. Algunos incluso acosan y marginan al niño empeñándose en eliminar a su  inusual  compañero de juegos. Un profesor de su escuela le encierra en un cuarto porque el globo se cuela dentro por la ventana entorpeciendo el orden general de las cosas. Algunos compañeros de clase le marginan, otros le contemplan con lastima,  y unos pocos han encontrado su propio globo aunque sea de distinto color. 
Las escenas finales de este laureado medio metraje francés discurren por un callejón donde el pequeño  es acosado por una jauría de niños que le acorralan lapidando al globo que al final agoniza en el suelo y es rematado por el pisotón de uno de los perseguidores.
He descubierto esta pequeña obra de arte audiovisual en un curso sobre educación emocional al que he asistido  esta semana en la Escuela de Verano que la Junta de Castilla y León ofrece a los profesores. Ser docente es crear y recrear ideas para activar las mentes y corazones de nuestros alumnos. Despertar su capacidad para soñar respetando su propia creatividad. Pero para ello somos los propios profesores los que debemos preservar nuestra Fe en ellos alimentando nuestras propias ilusiones para educar desde la emoción. Aferrándonos a nuestro globo rojo.
No os conté lo que ocurrió con Pascal tras su sueño roto.
De pronto miles de globos comenzaron a lanzarse al cielo desde distintos puntos. El niño desolado por la desaparición de  su globo rojo alzó las manos  viendo como se poblaban de racimos de globos de colores. Comenzó a elevarse. E inició un hermoso viaje desde el que divisaba las calles de un Paris que comenzaba a despertar. 
Ojalá nunca nos despierten de nuestros sueños.

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