martes, 7 de diciembre de 2010

Ante la fiesta de la Inmaculada, la Virgen del bolso, la clase de Religión y la vida pública


Artículo publicado en Ecclesia. Lo reproduzco porque me toca muy de cerca. Creo que describe muy bien lo que debe ser un profesor de Religión.


No, no es lo que quizás se imaginan; no se trata de la imagen de una Virgen que lleva un bolso galileo. Podría ser, por qué no, y hasta es posible que en algún lugar haya alguna representación de María de Nazaret como una sencilla mujer que lleva sus cosas personales. Pero el título de esta carta no se refiere a eso. La Virgen del bolso, de la que les quiero hablar, es la que camina con frecuencia, en el bolso de una maestra extremeña, montadita en su coche, desde su vivienda hasta el colegio estatal en el que enseña religión.

La lleva para presidir su clase, especialmente en los momentos en los que es necesaria la presencia de la imagen cuando en el ciclo del año litúrgico se celebra alguna fiesta o algún recuerdo especial de María, como sucede, por ejemplo, en el mes de mayo o de octubre. Tiene que viajar porque, o por intención formal del centro o por una práctica ya aceptada y nunca replanteada, la Virgen María ya va teniendo un lugar en algunos colegios. Y es por eso que la bendita imagen de la Virgen se ve sometida -pienso que con mucho gusto- a tanto ajetreo.

LA CLASE DE RELIGIÓN


Pues bien, si empiezo contando lo que hace esta maestra, es, sobre todo, para plantear algunas valoraciones sobre la enseñanza de la religión. En efecto, si quiero destacar el hecho, es para aplaudir a la profesora o a cualquier otra u otro profesor que haga lo mismo. Lo valoro no sólo por su audacia y creatividad sino, sobre todo, por mantener la práctica religiosa en la escuela como un necesario elemento didáctico más. La enseñanza de la religión, si bien ofrece a los niños y niñas un saber entre saberes, la hace un profesor católico para sus alumnos católicos; es decir, es confesional. El saber que se enseña no es sólo doctrina, también necesita situarse en las expresiones religiosas, como son los ritos y las demás manifestaciones de la religión católica o de cualquier otra religión. La educación religiosa no puede ser ajena o estar aislada de la experiencia ambiental que, como de todos es sabido, está toda ella impregnada de sentido cristiano, por mucho que se quiera negar. Enseñar religión no es sólo, pues, ofrecer unos conocimiento teórico, también la practica es necesaria, porque la religión es caridad, es oración, es culto, es servicio, es apostolado. Por eso que nadie critique a esta profesora por lo que hace, ya que la práctica es para los niños católicos parte de su experiencia religiosa.


PROFESORES CRISTIANOS


También aprovecho la audacia de esta profesora para poner de relieve la extraordinaria labor de los profesores cristianos, y no sólo de los que enseñan religión, también de los que enseñan cualquier otra materia en la escuela. Son muchos, afortunadamente, los que ofrecen en cada una de las materias su visión cristiana de la vida de un modo implícito o explícito. La hacen porque educan desde lo que sienten y viven y porque, en su legítima libertad de conciencia y en el respeto también de la de sus alumnos, enseñan valores, normas y actitudes, naturalmente con el marchamo de su propia experiencia cristiana. Son muchos, en efecto, los profesores cristianos que colaboran para que los alumnos adquieren una cultura en la que no falte la dimensión religiosa y transcendente de la vida. Afortunadamente, insisto, el magisterio está lleno de maestros con un profundo sentido cristiano.


EN EL CORAZÓN Y EN EL BOLSO


Pero volviendo a la Virgen del bolso, permítanme que les invite a todos cuantos me lean a hacer presente a la Virgen en todos los espacios personales, familiares o sociales. Los hombres y mujeres creyentes de este tiempo no debemos actuar de modo distinto a como lo han hecho los de otras generaciones, que llenaron de signos y expresiones religiosas todos los ámbitos de la sociedad. Eso no puede ofender a ningún “ojo” que mire con respeto y tolerancia. La Virgen será siempre, allí donde la encontremos y podamos contemplarla, una presencia ejemplar y amable que nos humaniza la vida: nos acompaña en nuestras alegrías y nos fortalece en nuestras penas. Por les animo a llevarla siempre en el corazón, consciente de que ella será una amable compañera.


Por eso les animo -para que sea un recuerdo de su presencia- a llevarla en sus bolsos y bolsillos, sobre el pecho y en los pulsos, en la sala de estar o en el dormitorio, en la cama del enfermo o en el cristal de la mesa camilla. Y póngale a esta sugerencia cuantos eceteras deseen. La presencia de la Santísima Virgen siempre será una garantía del encuentro con su Hijo, al que ella nos lleva, y de la cercanía del amor de Dios Padre, en el que ella nació, vivió y del que ahora goza y nos lo ofrece como modelo que es de nuestra fe e intercesora nuestra en el cielo.


+ Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Plasencia

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