domingo, 8 de diciembre de 2019

LAST CHRISTMAS.



No es un film de esos que arrebaten.
Pero si de los que te dejan cierto buen sabor de boca porque apela a lo mejor del ser humano. La inocencia. Y recuperar el candor primero es algo consustancial a la Navidad.
Esa ingenuidad que a menudo tachan de ñoña. Como me ocurre a mi cada vez que aseguro que me encanta la Navidad.
Es lo que quiero recuperar. Ver el lado bueno de las cosas, de la vida, de la gente.
Como la lente de aquel cuento que permitía convertir en hermosos hasta los paisajes más sórdidos.
Creer en la bondad del ser humano.
En que los últimos pueden ser importantes.
En que lo nimio puede convertirse en parte relevante.
Y que el amor incondicional, ese que no exige ni mide, ni pesa, ni adeuda contraprestación es posible siempre que estemos dispuestos a trabajar nuestros egoísmos desmesurados.
Que hay que poner en valor lo imperfecto, los detalles que parecen insignificantes.
Porque de eso estamos hechos. De pequeños momentos insignificantes que suponen  todo para nosotros.
Pequeños hilos que entretejen nuestra existencia dotando cada día de sentido.
Sin parafernalias.
Mirar hacia arriba y detenerse en la contemplación de aquel detalle que siempre pasó desapercibido. Como el otro día cuando fui a correr y descubrí multitud de margaritas otoñales que se aventuraron a salir. Siempre pensé que sólo salían en Primavera.
Y sentir la alegría de vivir sin permitir que los malos augurios nos arruinen el futuro.
De todo eso trata esa película. Además de las relaciones familiares siempre tan llenas de heridas que sólo el amor y la comprensión ayudan a cicatrizar. La familia, esa que a menudo repudiamos pero sin la que tendríamos al desarraigo campando por nuestras vidas.
Todo ello aderezado con la inolvidable música de George Michael. Hilvanado en un guión de la británica Emma Thomson. Y perdiéndonos por los rincones típicos de ese Londres que algún día conoceré.
Una película sin grandes pretensiones pero que deja buen sabor de boca porque emula  aquellas viejas comedias románticas de Katherine Hepburn y Cary Grant que ya no nos ponen en la tele.
Incluso el protagonista masculino recuerda al atractivo Gregory Peck.
Eso sí, como un guiño a esta globalización que nos envuelve, con aire oriental.
Last Christmas. Se deja ver. Claro que si.


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