viernes, 16 de junio de 2017

CUSTODIAM MEAM


Tras el rosario, la celebración de la eucaristía y el rezo de las oraciones contenidas en el manual para ese día la mujer del turno 3 sentada en adoración paladeaba los minutos de soledad con el Amado. Sus palabras pensadas se elevaban en oración.

"Menos mal que al fin nos hemos quedado sólos Tu y yo Señor. Sin intermediarios ni mediaciones. Una relación sin más barreras que las que mi imaginación, la loca de la casa, pretende imponernos.
Tu me esperas encerrado en esa hermosa custodia de plata rebujada, si, pero desnudo al fin y al cabo como aquella tarde en el Gólgota.

Me siento irresistiblemente atraída por ti Señor. Y me sobrecojo ante tu presencia que interroga e interpela pero que al mismo tiempo calma y purifica de anhelos vacuos.

Ante Ti quisiera petrificarme para no tener que salir y exponerme a tantos tumultos mundanos.

Contemplarse es deleitarse dejándose inundar por la paz que me envías.

Adorarte es anonadarse permitiendo que el amor cope el alma hasta parecer que lo hace estallar de gozo desbordante.

Ayúdame Señor en los vaivenes. No permitas que nada ni nadie me separe de Tí.

Corpus Christi, custodiam meam, vitam aeterna.

Cuando llegó el Abad, muy temprano,  a la mañana siguiente la encontró dormida en un sueño eterno con el rosario fuertemente apretado en su regazo. Gloria había muerto mientras rezaba con una hermosa sonrisa en los labios.


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