domingo, 15 de enero de 2017

SOÑANDO CON ALBERTO EL ARGENTINO





Otro sueño cumplido, esta vez en compañía.
Cuántas lágrimas de emoción derramadas  compartidas de la mano con mi madre
Alberto emergió en el escenario con muletas, aparentemente abatido por la vida 

.- Los médicos me han operado y me han dejado "jodido". Bromeó con un auditorio cómplice

Pero poco a poco fue reconquistando a un público que a  priori acudíamos entregado pese al temor inicial de que las limitaciones físicas del intérprete defraudaran nuestras expectativas.

Ayudó mucho un imponente piano acariciado con maestría por un músico maestro virtuoso que capturó nuestros temores alejándolos en complicidad con una voz que pese al paso de los años y la amenaza de la vejez supo rescatar la juventud vivificante que reside en cualquier alma soñadora por mucho que pugnen por asustar los años que se delatan en su DNI.

  Y comenzaron los recuerdos en forma de tiempo campos y caminos distancia que rescatamos de un rincón del alma, ¡qué cantidad de recuerdos! vivimos mi árbol y yo mientras el abuelo un día se marchó de España recordando a aquel amigo que al irse dejó un espacio vacío que no pudo llenar la llegada de otro amigo. Con el cantante argentino volvimos a  soñar con regresar a la casa familiar llevando sin correa a un perro llamado callejero. Con él dimos un corte de manga al viento del norte  sin importarnos nunca lo que dijeran los demás mientras construíamos hermosos castillos en el aire.

   Cada canción nos transportaba a un mundo distinto.  Era mi Alberto, nuestro Alberto, el de los largos viajes en coche mientras el casette con sus canciones era interminablemente cambiado alternativamente cara A y B para desgranar todas esas historias escondidas. 
    A menudo me contrariaba que no me dejaran oír mis canciones de Teresa Rabal. Pero ahora agradezco que mi madre optara por disfrutar de esa música que hoy se ha convertido en la mía.

   Así que hoy parecía mentira verle cantando mientras las nostalgias tomaban forma encarnándose en volátiles notas musicales que abrazaban hermoso poemas escritos con y para el corazón. 

    Nuevamente nos arrebató la vida soñada que sólo la música es capaz de resucitar en cada latido melódico.

   Y salimos del Auditorio exultantes de felicidad apartando las preocupaciones para entregarnos al paladeo de esos posos dulces que se saborean en tan contados momentos. ¡Qué bien saben estas píldoras de felicidad! ¿verdad mamá?

¡Cuanto más pasan los años saben mejor los recuerdos!

PD: Os dejo una de sus canciones más hermosas y un descubrimiento sobre los demás que me hizo y hace pensar.


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