miércoles, 31 de agosto de 2016

،،،،٬٬MOSCAS،،،،،


.- ¡Kikirikiiiiiiiiiiii!
Hans nunca se cansaba de escuchar a los gallos, ni a los perros ladrando en la lejanía o a las moscas que revoloteaban zumbando sobre las aguas del Curueño.
.- ¡Abuelo!¡Mira como me tiro!
.- ¡Ten cuidado Mauricio!¡Esa poza engaña!
Y se revolvió en la silla de tijera. Muchas horas sentado sin apartar la vista del niño
.- ¡Abuelo!¡Hombre! Si esto me lo conozco yo mejor que nadie. ¡Allá voy!.
Y se lanzó en plancha desde la peña.
Le encantaba mirar a su nieto. Le recordaba a  él siendo niño cuando se sumergía en el río exhibiendo hombría frente a aquella rubita pecosa de largas trenzas cuyas mejillas se arrebolaban cuando los ojos de ambos se posaban juntos en algún instante.
.- ¡Mosca cojonera!¡No te irás!.
Y le dió un sonoro manotazo. Al mirar su mano recordó la de su padre. Su padre, un  judío comerciante que había comenzado a importar pluma de gallo para montar mosca artificial. Gracias a esto fueron seducidos por la belleza de la Vecilla y comenzaron a veranear en este pueblo leonés donde luego decidió echar raíces para siempre.
Pero Auswitch se llevó demasiadas cosas. Allí se habían quedado las cenizas de sus padres y hermana.
Él se salvó de milagro gracias a su habilidad montando mosca ahogada que le facilitó amistades con un oficial del Campo.
El pitido del tren hullero le sacó de su  ensimismamiento.
¡Mauricio!¡Sal ya! Tenemos que ir a comer.

Además… estas dichosas moscas no me dejan en paz.

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