viernes, 15 de abril de 2016

SINGING IN THE RAIN

Los jóvenes de hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al respeto a sus maestros.


Que no cunda el pánico. No padezco el "burning" propio del docente que ha desistido de su tarea, ni he sido agredido por ningún alumno enardecido y mucho menos he perdido la esperanza en los adolescentes y jóvenes con los que tengo la suerte de encontrarme y a veces lidiar cada día

La reflexión que encabeza la entrada de hoy no es mía, sino de un célebre filósofo griego al que curiosamente muchos comparan con Jesús de Nazaret por el modo en que se entregaba a su pasión por enseñar y por la manera en que fue obligado a abandonar este mundo: fue condenado a muerte obligándole a beber cicuta por haber expresado sus creencias en contra de los dioses ancestrales y corromper a los jóvenes atenienses. Por lo que se ve los clientes que frecuentaban las Aulas de aquella en el fondo no eran muy distintos a los actuales. ¡Juventud divino tesoro! 

La acusación fue del todo infundada. El filósofo fue injustamente condenado ya que lejos de corromper a nadie su misión era la de "extraer" del intelecto y alma de los jóvenes toda la sabiduría que ellos habían acumulado a lo largo de sus años de aprendizaje. Pretendía que las nuevas generaciones de pensadores alumbraran sus ideas al modo como las parturientas ayudan a nacer a sus neonatos. Por algo este pensador era hijo de una comadrona lo cual sin duda influyó para concebir ese método tan alabado y usado aún hoy en día: la mayéutica.


Su manera de "corromper"no era otra que ayudarles a pensar haciéndoles así críticos. Aún así Sócrates tenía sus momentos de desesperación respecto a sus interlocutores díscolos. Y entonces se despachaba escribiendo frases como las que encabezan el "post" de hoy



Y es que malos momentos los tenemos todos los que nos dedicamos a este noble oficio de sacudir intelectos, educar sentimientos  y planchar almas. En determinados momentos podemos sentir la tentación de claudicar. Pero un mal día lo tiene cualquiera. Creo que a mi me ha pasado de todo en el aula aunque seguramente me quedan muchas experiencias por vivir. Y eso es lo más apasionante: el reto de buscar nuevas estrategias ante situaciones nuevas, la frescura constante que irradian estos rostros juveniles y luminosos que cada día me devuelven las ganas de vivir.

Esta mañana, me crucé con una "teenager" que llevaba unos cascos, prominente flequillo ocultando parte de su rostro, gabardina abierta, pantalones cortos con medias. Cantaba despreocupadamente una canción en inglés bajo una lluvia impenitente. No pude evitar sonreirme, una buena bandada de alumnos como ella me esperaban en clase.

Aceleré el paso para no llegar tarde y comencé a cantar en bajito yo también bajo la lluvia mientras daba gracias por ser tan afortunada.




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