martes, 22 de marzo de 2016

VAYA SI SON ESPECIALES






  Fue una de las experiencias que recuerdo con más cariño de mi periplo docente. Por circunstancias que ahora resultaría muy largo explicar me vi impartiendo clases a un pequeño grupo de alumnos pertenecientes a la llamada categoría de Educación Especial. Entre el alumnado había múltiples discapacidades, entre ellas dos alumnos tenían el llamado síndrome de down. Uno de ellos además de down tenía una variedad de autismo. Mi tarea era impartir un taller de música. Al principio me resultó difícil encontrar los recursos apropiados. ¡Cuanto me costaba acceder a ellos!. Luego descubrí que estaba complicandomr la vida ¡al final el juego fue la mejor de las estrategias!. ¡Menudas procesiones de Semana Santa que organizábamos en aquella clase!. 
  Nunca olvidaré el cariño que recibí de aquel grupo de críos. Un cariño sin filtros, a bocajarro, a impulsos muchas veces, pero sincero y desinhibido.

  Ayer se celebró el día mundial del síndrome de down y releía la apasionante historia de Jérôme Lejeune, el joven científico francés que en 1958 con tan sólo 32 años descubrió el orígen genético de por qué estos niños, a los que entonces se llamaba mongólicos no eran como los demás. El motivo - descubrió Lejeune - es que el par de genes números 21 de estos niños costaba de tres genes, en su caso, no de dos. De ahí su nombre: trisonomía 21. Él se sintió muy orgulloso de tal hallazgo pensando que ayudaría a prevenir esta patología, pero los Gobiernos, además del francés, usaron su descubrimiento para detectar el síndrome de Down antes del nacimiento y así animar a abortar a estos niños. Esto hizo al científico oponerse a la ley del aborto lo cual significó que le condenaran al ostracismo: dejó de ser invitado al congresos internacionales en los que había sido el ponente principal durante muchos años, se le cortaron las subvenciones y donaciones económicas, no podía escribir en los medios de comunicación. En fin todas las consecuencias lógicas de no ser políticamente correcto de sobra conocidas por las que estamos en ese mismo carro.

 De él dijo San Juan Pablo II que "siempre supo utilizar su profundo conocimiento de la vida y sus secretos para el verdadero bien del hombre y de la humanidad, y solo para ese fin".

 Recuerdo la vitalidad que desprendían aquellos niños que yo conocí, su manera de sonreír y vibrar cuando escuchaban la música, el cariño con que sus padres les mimaban al llevarles y recogerles en el Instituto y la alegría que conseguían transmitirnos a todos los cuidadores y profesores que tuvimos la suerte de compartir aulas y clases con ellos.

¡Gracias Jérôme por tu defensa y legado!

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