viernes, 27 de noviembre de 2015

DE PROFUNDIS


¡Tu no tienes miedo ni a la Guardia Civil!

Desde el lecho fúnebre resonaban en la cabeza de la finada Benita aquellas palabras del Sr. Carralero, Gerente de la Empresa Autocares Nieto S.L.,donde ella había trabajado como taquillera en un mundo masculino.




¡Cómo le hubiera gustado contarle esto al cretino de la funeraria que le estaba hurtando la sortija de pedida mientras le amortajaba! Sus ojos bizcos lucían libidinosos ansiando dar cuenta del botín post morten.

Y a su cabeza acudió Antonio. Siempre que le evocaba se embriagaba del suave aroma de lavanda que perfumó aquel primer beso a los pies de la Cascada Cola de Caballo. Lamentaba haberse reído de él cuando le oyó cantar aquella canción sobre unos serenos ojos verdes dedicada a ella. Su voz era ciertamente atronadora. Quiso reir pero sus músculos faciales no le respondieron Su sentido del humor no iba a fallarle ni en su propia muerte. 

Y para más inri alguien había colocado entre sus piernas un caldero de cinz para recoger el agua que caía de una vieja gotera. Aún después de muerta hay cosas que claman al cielo ¿No hubiera sido más fácil cambiarle de sitio?. A ella no le hubiera importado. No era cosa de ponerse quisquillosa a estas alturas de la muerte. Pero no, El intelecto brillante nunca fue un distintivo de sus parientes. Plantarle el caldero y fuera. Digno de un filme de Berlanga.

En fin el agua de la gotera quizá regara sus angostos narcisos si la buena de su hermana Ramona tenía a bien emplearla para tal fin. O tal vez se la dieran a beber a los gatos. En fin ¡allá ellos!

 Aunque bien mirado no le importaba que el agua de la lluvia empapase aquellos horribles zapatos de polipiel para octogenaria que le habían enfundado para entrar en el inframundo. Siempre había sido una mujer coqueta y exquisitamente cuidadosa en la elección de su vestuario y complementos. Su porte y estilo chocaba con el aire pueblerino que caracterizaba a las mujeres de su aldea. Pero esta panda de depredadores que sólo querían su herencia no anduvieron con miramientos. Como fuera verdad que los espectros pueden volver a saldar deudas se iban a enterar esos bellacos.

 Lentamente fue dejando de escuchar el murmullo de voces que desgranaban plegarias por el eterno descanso de su ánima, el cura del pueblo echaba un responso con voz pausada. De pronto  creyó percibir un eco celestial que entonaba una vieja canción que escuchaba desde niña:"¡Viva la montaña viva!¡Viva al pueblo montañés!!Que si la montaña muere...!". Si. Aquel era su himno...la montaña la esperaba. ¡¡Al diablo los vivos!!

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