jueves, 18 de abril de 2013

CARITAS


   Nunca pensé que la crisis fuera algo tan duro -me comentaba-
De hecho nunca pensé que la crisis me iba a atacar a mi.Tenía trabajo y mis dos hijos también lo tenían. Íbamos saliendo adelante. Con un sueldo pagábamos la luz, con otro la renta, los gastos de la casa, comer, vestirse. Ahora mis hijos se han quedado sin trabajo y yo gano 420 euros al mes teniendo que pagar 350 de alquiler.

  Soy de Santo domingo. Llevo 18 años en León. Mis hijos trabajaban haciendo cajas para muertos, ahora han trasladado la fábrica y han reducido plantilla. Se han ido a la calle. Estoy desesperada. No hago más que pensar en el futuro de mis hijos de 27 y 28 años (en tres frases han salido las palabras mis hijos en cuatro ocasiones). Mira se me está cayendo el pelo - mientras se atusa su escasa melena  veo que tiene las cejas pintadas de marrón.

   Estamos sentadas en la hilera de sillas que espera frente a la mesa donde dos mujeres recepcionistas van nombrando a las distintas personas que están allí porque hoy tienen vez. Espero que me reciba el responsable de voluntariado, Vicente.

    Por favor los que tengan cita con Vanessa que pasen conmigo.
Todos los días pasan por aquí más de 100 personas. 
Veo al mendigo que pide los domingos a la puerta de mi Parroquia (el mismo que auxilió a mi madre cuando cayó al suelo), un hombre delgado con el pelo blanco y los ojos cansados. Veo a una pareja de unos 50 años que acaba de entrar con un cochecito de bebé. Al fondo dos mujeres musulmanas revolotean un montón de papeles que pasan de una mano a otra buscando alguna información. La puerta se abre y cierra y van entrando cada uno con su drama personal. Historias duras. Realidad implacable que les aboca a pedir ayuda al borde de la desesperación. Aunque no siempre es posible obtener ayuda material, a veces el mero hecho de sentarse en una silla y ser escuchados ha merecido la pena la espera.

   Entonces pienso en mi vida, en los seres a los que quiero y me pregunto qué podría hacer para que las cosas fueran distintas. Puedo ayudar, puedo educar a mis hijas para que vivan con sencillez, puedo educarme a mi misma para aprender a prescindir de lo superfluo, puedo enseñarles a mis alumnos el verdadero Evangelio del amor. Puedo complicarme la vida viviendola de modo distinto al del resto.

  No os lo dije. Esta mañana estuve en Cáritas. Quiero que ellos, mis alumnos lo conozcan.

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