domingo, 7 de abril de 2013

Cadaunadas


Decía un Santo que cada uno tiene sus "cadaunadas".
Afortunadamente los seres humanos diferimos unos de otros:


A unos le llenan los chistes tontos, las cacerías,  los pisos, la venta de locales, el tráfico de influencias, el poder, las pieles, las hojas de cálculo, los despachos con grandes lámparas, las adulaciones, las corbatas, las tertulias socráticas en las que el mundo queda mágicamente resuelto, las risotadas desmedidas que se oyen a kilómetros de distancia, los móviles de última generación, el último best- seller, el estreno reciente a ser posible en el que haya sexo y política de por medio,  divagar sobre las soluciones a la crisis sin arrugarse el traje, el cotilleo sobre el último desaguisado del político local, ser progre metiéndose con la Iglesia y los curas.

Pero a otros nos van las historias tiernas de niños con grandes ojos que paladean la Gracia del Creador y la bondad de un Dios bueno, la belleza de los templos católicos, hablar de la humildad de un nazareno que cargó con la cruz, disfrutar haciendo un muñeco de nieve con una zanahoria y dos grandes botones, la última ocurrencia de el último de la clase, el encanto de la humildad, la última violeta que nació en el rincón más apartado del jardín, la niña de quince años que afrontó la vida aceptando ser madre, la locura de defender un ideal que para muchos es de "frikis", el papel políticamente incorrecto de defender causas perdidas, la mano de aquel anciano que grita y  que se limpia los mocos sin pañuelo, la sonrisa desdentada del mendigo que pide a la puerta del supermercado, el acorde tierno de una melodía sencilla.

A mi me va su estilo, el estilo del Nazareno que proclamó bienaventurados a los mansos, sencillos, limpios de corazón, perseguidos por causa de la justicia, a los que trabajan por la paz, a los misericordiosos y a los que lloran. Ciertamente que a todos esos les toca "bailar con la más fea" o- traducido al catolicismo - abrazar la Cruz. Pero se la belleza de esa cruz que todos entrevemos pero pocos aceptan, deja entrever la gloria esplendorosa de la Luz que ciega y fascina el corazón humano.

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