martes, 30 de agosto de 2011

JMJ: LOS ECOS DE UN MILAGRO








He visto riadas de jóvenes sonriendo, cantando, posando para ser fotografiados en actos de hermanamiento ante las banderas respectivas, mojándose animadamente bajo los chorros de las mangueras que los bomberos nos dirigían con el afán de calmarnos de unos implacables 40 grados. He visto hordas de peregrinos avanzando hacia Cuatro Vientos entre el polvo de un camino seco y estéril aspirando recibir el maná de la Palabra, les he visto cantar con entusiasmo coreando la figura de un anciano sabio a sabiendas de que ese hombre representaba Algo Más. He visto calor humano, fraternidad, comunión, generosidad, delicadeza, capacidad de sacrificio, voluntad de culminar una ocasión única, comprensión ante las dificultades. He visto solidaridad. Durante mis días en la Jornada Mundial de la Juventud he descubierto que hay mucha gente buena y que el mundo es un buen lugar para trabajar y vivir. Me he descubierto en la multitud, rodilla hincada mientras las piedras se me clavaban en la rodilla, adorando a Cristo Resucitado, el Único Responsable de que casi dos millones de locos maravillosos le estuviéramos diciendo al unísono ¡Aquí estoy Señor, haz de mi lo que quieras!.

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